Discos: El mundo cabe en una canción /Artista: Fito Paez

Canciones simples y logradas de un hombre decidido a retratar su tiempo.

El mundo cabe en una canción 

A la hora del revisionismo, este disco marcará el regreso de Páez a una multinacional luego de una breve experiencia independiente ( Naturalezasangre, 2003), y luego de revisitar su obra junto a Gerardo Gandini y una orquesta de cuerdas ( Moda y pueblo, 2005). Este disco marca, también, el regreso de Fito al pop/rock, acaso su hábitat natural. Y lo hace con un corte que suena a declaración de principios: «Lo importante no es llegar, lo que importa es el camino…», canta en «Eso que llevas ahí».

De alguna manera, El mundo… es un disco simple, de canciones buenas y, sobre todo, pegadizas. «La casa en las estrellas» y «Sargent Maravilla» son clásicos exponentes de la veta más beatlesca del mondo Páez. Lo mismo ocurre con la entrada grandilocuente del tema que abre y da nombre al disco.

Probablemente «Rollinga o Miranda girl», por su dicotomía inocentona, sea el tema más polémico del disco. Pero, en su desarrollo, la letra entrega ciertas claves para que ese mundo que cabe en una canción sea un mundo mejor: se conjugan, allí, músicos como Thelonious Monk, filmes como Vértigo, y actrices como Brigitte Bardot y Victoria Abril. Estas pistas que entrega Páez, que a lo largo del disco también cita y reivindica un amplio abanico de artistas (Invisible, La Máquina de Hacer Pájaros, Mercedes Sosa, Chico Buarque, Frank Sinatra, Liliana Herrero, Los Shakers, el Cuchi Leguizamón, Vinicius de Moraes, Boggieel aceitoso, etcétera), serán entendidas por algunos como guiños pretenciosos, pedantes o innecesarios. Sin embargo, el mundo sería mucho más hermoso si todos habláramos más de ellos y menos de los otros.

Entre muchas otras canciones destacables, «La hora del destino» sobresale porque retoma una de las especialidades de Páez, el relato policial hecho canción, que tan bien desarrolló en «Dos días en la vida» ( El amor después del amor, 1992). El disco cierra con «Caminando por Rosario», una preciosacanción de amor a su ciudad natal, con destino de jingle (¡atención Secretaría de Turismo!). Por su calidez y sencillez recuerda a «Turdera», oda en clave de bossa a esa barriada de la zona sur, compuesta por Diego Cebolla Demarco, para Mi vida loca (1995), de Los Auténticos Decadentes.