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Slash tocó en Buenos Aires con Gilby Clarke y Duff McKagan ante 12 mil personas – Review del recital

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En su show más convocante como solista en Argentina, el guitarrista se despidió tocando el clásico de Appetite for Destruction con sus dos viejos amigos.

Compartimos a continuación la review del recital realizada por la revista RollingStone:

Frente a 12 mil personas, Slash provocó una cumbre gunner este sábado en Buenos Aires: pasadas las 23 horas, sumó a sus ex compañeros de Guns & Roses Gilby Clarke y Duff McKagan para tocar el clásico «Paradise City», de 1987, en el escenario de Mandarine Park. Este fue el show más convocante de Slash en Argentina como solista.

Antes, Duff ya se había sumado a la formación que lidera Slash, Myles Kennedy and the Conspirators: el bajista cantó «It’s So Easy», también de los Guns (y título de su libro de memorias), y la multitud enloqueció sobre el final de un compacto show de hora y media cuando, ya con Clarke en guitarra, las tres cuartas partes de los Guns se reunieron sobre un escenario.

Fue como si se tratara de un encuentro de viejos compañeros de colegio. En la previa y con la venia del guitarrista, McKagan junto a su banda Loaded y Clarke -con los locales Coverheads- se sumaron al cartel; el viernes por la noche en el Teatro Vorterix (donde Slash dió un show «para fanáticos»), el encuentro quedó pactado.

En Mandarine, el set de Slash -gafas, galera, pecho al aire siempre- con la banda del versátil cantante Myles Kennedy (que no pierde nada en la inevitable comparación con Axl, por cierto) fue extremadamente sólido y entretenido. Versionaron temas de la carrera solista de Slash, como «Ghost», «We’re All Gonna Die» y «Starlight», entre otros. También pasaron por Velvet Revolver, con «Fall to Pieces» y «Slither». Y, entre todo eso, esta vez hubo mucho Guns: «Mr. Brownstone», «You Could Be Mine», «Welcome to the Jungle», «Rocket Queen» y «Sweet Child O’ Mine». Fueron siete clásicos, contando los dos del final («It’s So Easy» y «Paradise City») con sus invitados de lujo. Una multitud, compuesta mayormente por jóvenes que nunca vieron a la llamada «banda más peligrosa del mundo» en los 90 («Forajidos», dijo de ellos el entonces presidente Carlos Menem), vivió una noche soñada de puro rock & roll.

Fuente: RollingStone – Guillermo E. Pintos

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